Muy buenos días tengan todas y todos.
Me siento muy contenta de poder estar aquí con ustedes después de dos años de intenso trabajo y de grandes retos, retos que no hubiéramos podido superar sin el esfuerzo de todos y cada uno de los que estamos aquí presentes.
Cuando la Dra. Claudia Sheinbaum me encomendó la tarea de dirigir la Secretaría de Salud de la Ciudad, estaba convencida de que era necesario un cambio en el sistema de salud, en el que el acceso a los servicios y la atención médica fueran un derecho de todas y todos, no un privilegio.
Con la emergencia sanitaria, reafirmé la urgencia de fortalecer el sector público, pues es claro que sin hospitales públicos y centros de salud nada hubiera sido posible.
Hoy sigo convencida que juntos hicimos historia al devolver al Estado su obligación para proteger la vida, así como garantizar la libertad y los derechos de las personas.
Con esa convicción nos guiamos y seguiremos guiándonos en la Ciudad de México. La salud debe ser un derecho, no un negocio de unos cuantos.
***
Desde el primer día de este gobierno, nos enfrentamos al desafío de crear un Sistema de Salud que pudiera satisfacer dignamente las necesidades de los capitalinos, teniendo como punto de partida los escombros del viejo modelo.
La visión neoliberal del Estado y la apuesta al mercado como único garante de la salud redujeron nuestra capacidad de atención y respuesta a las emergencias. El Estado, reducido a su mínima expresión, nunca ha beneficiado a quienes menos tienen.
En esas condiciones, la Secretaría de Salud fue, durante los últimos años, un frágil bote a la deriva y a la espera de la tempestad.
El surgimiento del nuevo coronavirus, hoy por todos conocido como COVID-19, representó un punto de quiebre para todos los países del mundo. Expuso nuestra fragilidad física, y la de nuestros sistemas sociales y económicos. Pero también mostró nuestra fortaleza como humanidad.
Nos vimos obligados a enfrentar a un virus con el poder para detener al mundo, un virus que amplificó las brechas de desigualdades, que nos empujó a trabajar a marchas forzadas para prepararnos para lo que venía.
Lo he dicho en otras ocasiones, estábamos como ese surfista que espera nervioso el tamaño de la ola, respira profundo para calcular la dimensión que puede alcanzar y los pasos que debe seguir.
Recuerdo muy bien que el día en que se detectó el primer caso de coronavirus en la Ciudad, ya teníamos una estrategia para la reconversión de hospitales y habíamos integrado un equipo multidisciplinario para atender la emergencia.
Sin embargo, ningún plan podría advertir la magnitud de lo que se avecinaba.
Con el liderazgo de la Jefa de Gobierno, la entrega del personal de Salud y el apoyo de los capitalinos, pudimos resistir la primera etapa de la pandemia, la más dura para todas y todos.
La Ciudad de México se convirtió en la Tormenta Perfecta que puso a prueba nuestra visión de la salud y el coraje de nuestra gente.
El impacto que el virus tuvo sobre la vida de las personas fue abrumador, de un día para otro nuestra ciudad de libertades y de convivencias, se transformó en una capital nueva.
Una ciudad donde el silencio de las calles vacías solo era interrumpido por el estruendo de las ambulancias, que llenaban de temor los corazones de quienes las percibían cerca.
Una ciudad en la que gran parte de las personas no podían resguardarse por mucho tiempo debido a sus necesidades económicas.
En esos momentos de incertidumbre, cuando el miedo y las desigualdades amenazaban con dividirnos más, estuvimos ahí para hacerle saber a las y los capitalinos que íbamos a salir adelante.
Estuvimos ahí porque nuestra responsabilidad es cuidar de la salud y la vida de las familias de la Ciudad, ya sea desde los hospitales atendiendo a los casos más graves, en los centros de salud aplicando pruebas rápidas o entregando despensas y kits de apoyo para quienes se resguardaron y debían recuperarse en casa.
En ese primer momento de la pandemia fue fundamental que muchas personas se quedaran en casa, pero no solos.
El personal de salud y los diversos funcionarios del Gobierno nos encargamos de mantener viva la esperanza hasta que las vacunas estuvieran disponibles.
La llegada de las vacunas fue ese faro en medio del océano nocturno, que nos alejaría de los peligros ya conocidos por todos.
El inicio de la vacunación disipó el miedo y dio paso al entusiasmo de los ciudadanos.
Encendimos, en todos, la esperanza de que era posible la vida y la salud a pesar de la pandemia.
La vacunación representó un gran desafío por sí misma, que requirió de la coordinación del gobierno de la ciudad, el gobierno federal, las fuerzas armadas; así como de muchas otras instituciones públicas y privadas que sumaron esfuerzos para hacerla posible.
Recuerdo bien que la segunda fase de vacunación de adultos mayores estuvo marcada por largas filas de personas esperando, en el sol, con familiares en espera, pero profundamente emocionados por recibir el biológico.
Todavía me parece increíble, al pensar en ese primer día de vacunación, lo mucho que hemos logrado desde entonces.
En tan solo un año, llegamos a aplicar 210 mil 671 dosis en un solo día.
De ese tamaño es la entrega y el compromiso de las y los vacunadores de la Ciudad de México.
Les pido que se pongan de pie y que se den un gran aplauso, porque juntos hicimos historia.
***
Fueron ustedes, los que estuvieron dispuestos a trabajar los 7 días de la semana con tal de garantizar que las personas pudieran vacunarse.
Fueron ustedes, los que por su edad o condición de salud decidieron apoyar orientando a la gente que llamaba a Locatel.
Fueron ustedes, los que planearon hasta el último detalle de la logística para lograr una vacunación ágil y exitosa.
Fueron ustedes, los que cobijaron al personal médico, los que prestaron espacios para vacunar.
Y los que, en la noche más obscura que ha vivido la Ciudad de México, se convirtieron en una luz de esperanza para los demás.
Ninguno de nosotros se esperaba el reto tan grande que íbamos a enfrentar, pero en el fondo de nuestros corazones sabíamos que teníamos la fuerza, la templanza y la serenidad para enfrentar lo que sea.
Como egresada de una universidad pública, nunca voy a olvidar el día que las Fuerzas Armadas ingresaron a Ciudad Universitaria después de más de 50 años.
El personal de Marina y a las autoridades de la UNAM, juntos, codo a codo, llevando vacunas a una de nuestras principales sedes para las familias del sur de la Ciudad.
Nunca antes habíamos trabajado así de coordinados. Las instituciones de salud nacional como la Secretaría de Salud Federal, el IMSS, el ISSSTE, PEMEX, DIF e INJUVE, de la mano de las instituciones del Gobierno de la Ciudad, como SEDESA, SSC, SEDECO, Trabajo, Cultura, SECTEI, C5, SOBSE, CEDA, INDEPORTE, PILARES, SEDEMA y Movilidad, entre muchos otros.
La vacunación nos ayudó a enfocarnos en lo más importante, que es cuidar la salud de las personas.
Porque nuestra solidaridad se volvió más fuerte que nunca.
La ciudadanía mostró su colaboración, entusiasmo y hoy siguen siendo los principales promotores de que la gente se vacune.
Por eso, hoy en día, cuando las cifras indican un ligero incremento en los contagios, tenemos la responsabilidad de ayudarlos otra vez a tomar la salud en sus manos.
Es nuestro deber hacerles saber que COVID-19 seguirá estando presente, la pandemia no ha terminado, pero es un momento diferente que en 2020 o 2021 porque tenemos vacunas disponibles.
El coronavirus y la vacunación nos dejaron múltiples aprendizajes, siendo el más importante que la salud es un tema transversal y prioritario.
Nos mostraron la importancia de escuchar a todas las voces, de atender a todas las perspectivas y que las soluciones, aun cuando surjan de un área específica, pueden ser ejecutadas colectivamente.
Nuestro legado para la Ciudad de México es un Sistema Público de Salud profesional y capacitado para garantizar el derecho a la salud de todas y todos.
Gracias al trabajo que realizamos como Sistema Unificado de Salud y al liderazgo de la Jefa de Gobierno, una vez más logramos hacer historia y preservar la vida de miles de personas.
Finalmente quiero agradecer a todas y todos los presentes, porque cada uno desde su trinchera dio lo mejor de sí para que esta importante tarea pudiera realizarse de la mejor manera.
También quisiera extender este agradecimiento a quienes no pudieron estar presentes el día de hoy.
A nuestros compañeros que se quedaron en el camino, mi más amplio reconocimiento y la gratitud de la gente de la Ciudad de México. Por su entrega y compromiso en cuidar de otros.
Ahora bien, el momento más esperado de la noche llegó.
Espero que disfruten este documental realizado con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) con quien trabajamos en conjunto en esta pandemia.
“La Tormenta Perfecta” es una muestra más de lo mucho que hemos hecho y de lo que somos capaces de hacer.
Muchas gracias.